March 04, 2007

¿Veinte sheckels?


Hace unos días fui a comprar recuerdos de Jerusalén que mi familia me pidió. Así que me perdí por la ciudad antigua de tienda en tienda mirando cositas y preguntando precios. Después del paseo acabé en una pequeña tienda de una estrecha calle poco frecuentada por turistas. Cuando llegué el propietario de la tienda, musulmán, estaba rezando así que esperé mirando las estanterías. Cuando acabó vino hacia mí y empezó la función. Me pedía veinte sheckels por unas pequeñas cajitas de porcelana. Yo le respondí que había estado en otra tienda que vendía exactamente lo mismo por la mitad y que no iba a pagar ni un sheckel más. Es más, le dije que, de hecho, no pagaría ni el precio de la otra tienda ya que tampoco lo había hecho allí. Él iba bajando el precio, pero seguía por encima de los diez, y le repetí el precio de la otra tienda. Me intentaba convencer que era un buen precio con su simpatía y sus amigables golpes en la espalda, pero al ver que seguía con estos precios giré hacia la salida simulando un adiós. La respuesta fue clara y rápida: ¡Ok, eight sheckels! Volví a entrar a la tienda y empecé a escoger cajitas mientras mantenía una divertida conversación con el vendedor. Yo me partía de la risa. Me dijo que si iba a volver, que lo hiciera con una chica ya que, según su opinión, delante de las chicas uno nunca negociaba, que era el comprador más tacaño que nunca había visto y que este precio no lo conseguían ni los locales. ¿Parte de la función? Seguro. Pero creo que a pesar de todo conseguí un buen precio y pasé un muy buen rato. Tanto fue así que acabé pagando más de lo pactado. Regatear puede resultar pesado pero es una experiencia que uno no puede perderse si compra en tiendas árabes como las del mercado musulmán de Jerusalén. Si tenéis la oportunidad, ¡no os la perdáis!

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